Los números
Superficie 94.9 km² (Gobierno de Puerto Rico)
Habitantes 54,582 (2016, estimado del Censo)
Dato215 refugiados
Dato10 pulgadas de lluvia
Aguadilla, entre la devastación y la esperanza
El huracán María le arrebató al pueblo lo material, pero no pudo derribar el espíritu de su gente
El mar se encrespó. Amenazó con meterse tierra adentro. Lo logró.
La energía que le dio María al océano Atlántico quebró las costas aguadillanas. La tan amada playa Crash Boat ya no fue igual. Sus muelles desaparecieron del horizonte. Sus palmas, arrancadas de raíz.
Poco después del mediodía del 20 de septiembre, María se hundió en Aguadilla como un huracán categoría 3, en la escala Saffir-Simpson, con vientos máximos sostenidos de 115 millas por hora y ráfagas mayores.
“La Villa del Ojo de Agua”, como también se lo llama a este municipio, amaneció con árboles desgarrados, postes caídos, techos arrebatados, hogares inundados, sin servicio de telecomunicaciones, agua ni energía eléctrica.
"No hay ninguna comunicación. Ni telefónica, ni de radio. No sabemos lo que está pasando en otros lugares”, rectificó a Primera Hora Frank Hernández, director de la Oficina Municipal de Manejo de Emergencias (OMME) en ese entonces.
Incluso, la OMME, situada en el estadio Luis A. "Canena" Márquez, acabó incomunicada. El temporal le quitó al estadio parte del techo y una de las cabinas de transmisión terminó sin su cristal protector.

Víctor Jackson custodia la casa dañada de una amiga sobre la carretera 110 de Aguadillas.
Los rescatistas salieron rumbo a la zona urbana para palpar las pérdidas originadas por María, pero uno de ellos jamás pensó que hallaría su vivienda hecha pedazos.
“Me encontré con que el huracán desprendió el techo completo de mi casa y perdí todo lo que tenía. No es fácil empezar de nuevo. Las lágrimas se le salen a uno porque uno no se lo espera. Es triste. Yo estoy solo”, confesó Isaac Soto Santiago. Su residencia está ubicaba frente al paseo Real Marina. Allí, solo se topó con su perro chihuahua, Pinto, nervioso debajo de un panel.
También en el caso urbano, en el sector 24 y medio, Víctor Nelson Santiago luchó cuerpo a cuerpo con los ventarrones de la tormenta. “Me acosté un rato, pero cuando empezó el viento, las planchas de zinc volaron. Se fue el techo, el balcón y todo. Me quedé aguantando la puerta”, narró el hombre. “Yo había pasado Santa Clara (el huracán del 11 de agosto de 1956), pero esto no se compara. Esto era una cosa de otro mundo”, añadió.
Las comunidades José De Diego y Villa Alegría aprovecharon los primeros rayos del sol para evaluar los daños.
"Se llevó todo el zinc, voló el poste de energía eléctrica y el contador no sé dónde cayó. Adentro dañó la nevera, la caja registradora, sillas y toda la mercancía y el baño lo destruyó completo. Fue horrible. Quedé destrozada", relató Irma Rodríguez acerca de su tienda de frituras y dulces en la escuela elemental José De Diego.
Visuales del área oeste después de María.
En esa misma comunidad, un monumental árbol de quenepa terminó sobre la verja del hogar de Antonio Albino. Juan "Chino" León perdió 50 gallos de pelea. "No quedó ni una pluma", contó.
María extirpó la cancha de balonmano de las instalaciones recreativas. La dejó reducida a un muro de bloques.
Asimismo, los vecinos de Villa Alegría despertaron con la destrucción cara a cara, pero sin perder las esperanzas.
“Yo nunca había vivido un huracán. Es la primera vez en mi vida y daba mucho miedo, pero gracias a Dios, la vida es lo más importante. No hay nada que lamentar. Estamos bien. Lo material para mí no significa nada. Lo importante son las vidas”, relató Carmen Ortiz. En su casa se desplomó un poste que se hizo dos pedazos.
“Lo material para mí no significa nada. Lo importante son las vidas”.
“Vamos a reverdecer, como decía nuestro (poeta e independentista) José De Diego. Vamos a ayudarnos unos a otros en las comunidades y con la ayuda de Dios, vamos a salir de esta”, prometió el alcalde Carlos Méndez.
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Olga Tañon y María Celeste Arrarás llegan con ayuda a Aguadilla.